Sacrificio, de Román Piña

Sacrificio, de Román Piña - portada
Si tienen intención de leer este libro, titulado Sacrificio, de Román Piña, mejor si lo hacen evitando cualquier información sobre el mismo. No lean el texto de contraportada. No busquen reseñas, eviten las que puedan encontrarse.

¿Por qué me suelen molestar las escenas de sexo en las novelas? A veces el sexo es el centro de la historia y, si representa ideas, puede ser muy interesante; el culmen sería la narrativa de Georges Bataille. Novela de sexo como novela de ideas, no necesariamente, y desde luego no sólo, sobre el sexo. En cambio, en cierto tipo de obras el sexo aparece en forma de escenas, mejor o peor traídas a cuento, cuya única funcionalidad en el conjunto parece ser la lúdica. Lúdica, digámoslo así. Sin embargo, en el contexto de la lectura, donde la libido está medio adormecida mientras las áreas de pensamiento más o menos concreto, más o menos abstracto, están empeñadas en la tarea del logos, la supuesta virtud lúdica se transforma en una descripción, fuera de su contexto hormonado, mecánica, insustancial, aburrida. Como si te explican cómo comen los personajes. O cómo evacuan. Si dichas descripciones no son salvadas por la magia de la palabra, por la destreza y la cualidad literaria, son de un plomizo insoportable, párrafos o páginas a saltar. En esta novela la palabra, afortunadamente, redime.

Metanarrativa. Dejemos de lado la jerga y los análisis enrevesados: hay obras que dicen lo que dicen en varios planos, a diferentes niveles, no todos siempre evidentes. Ficciones que reflejan dentro de la ficción estados de cosas o de ideas de fuera de la ficción; problemático espacio del afuera, problemático acotar. Un reflejo quizá, al menos parcialmente, autobiográfico; uno de crítica a, genéricamente, el mundillo literario, el de la fama, el de los charlatanes que imparten cursillos de autoayuda y escriben panfletos edificantes; uno de filias y fobias personales, a veces en pequeñas pinceladas, pero bien reconocibles; uno que remite a modelos de la Antigüedad Clásica; uno, a que nadie sabe lo que puede un cuerpo. La lista no es exhaustiva. La novela es corta pero intensa e invita a pensar, a hablar o escribir sobre ella.

La escritura. No hay veleidades experimentales, la narrativa es lineal, clásica, directa, nítida. El lenguaje está perfectamente cincelado y revela oficio. La estructura, en tres actos, consigue el efecto buscado, sorprende al lector, arruina sus expectativas. Salte el párrafo siguiente si todavía no ha leído el libro:

La novela lleva unas cuantas cargas de profundidad argumentales, y la estructura es fundamental para ir soltándolas. La primera parte es en conjunto relativamente amable, jugando con las cómodas expectativas que promete como novela negra... Expectativas que dinamita en la segunda, en el falso (¿falso?) relato de Topp... El tercer acto, con las consecuencias y la resolución, es lo que te deja con la necesidad de consultar muchas cosas con la almohada.

Los leitmotiv. Whisky y anacardos juegan a dar una pista falsa y a desmentirla. Los referentes a la Antigüedad Griega amplían las lecturas, integrando lo que ocurre en contextos más amplios. Lo mismo ocurre con las menciones a ciertas obras de Salinger. La edad: diferentes momentos en los que se es autoconsciente de la condición ligada a una edad determinada.

No es una obra complaciente. Revela ese tipo de crueldades no punibles por la ley pero tanto o más devastadoras que las que sí lo son. Y la visión antropológica de fondo es que no somos lo que somos, sino lo que hacemos. Lo que nos hacemos. Aunque en el proceso lo hagamos con, frente a, contra, sin, otros. No sabemos qué podemos ni de qué seremos incapaces. Todo poder es haber podido o no haber podido, todo poder es un a posteriori.

Hay algo de irrecuperable en las visiones románticas del Arte, de la Literatura. Pareciera como si ya sólo cupiesen acercamientos de carácter sociológico: actores sociales entablando relaciones complejas. La función deja de representarse sobre el escenario y transcurre en cualquier sitio menos en ese: en las discusiones y movimientos de poder e intereses entre los implicados en la función, incluyendo a los críticos, los empresarios, los autores, los medios, etc. La paradoja, aunque no resulte sorprendente, es la de que la exposición, la crítica del entramado en el que todo estaría resolviéndose es reflexiva, esto es, se aplica a la propia obra que realiza la crítica. En  rigor, se aplica a los implicados en la función de la obra, dejando la obra misma como la mera excusa para poner en juego el entramado sociológico en que se resolvería la auténtica función. La obra crítica muestra lo que critica en su interior y fuera de ella, siendo víctima de sí misma. Quizá por ello la novela de Román Piña denota una nostalgia infinita por el Eidos de la obra, por la Escritura en sentido fuerte, autónoma, despojada, des-obrada.

La novela Sacrificio, de Román Piña, está editada por Salto de Página en su Colección Púrpura, 2015.
Sacrificio, de Román Piña. Colores invertidos.

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