Sacha Baron Cohen


Es cuando menos curiosa la cantidad que hay de cómicos judíos más o menos conocidos. De lo más variopinto. Sacha Baron Cohen también lo es. Cómico, judío y variopinto. Aunque lo de "cómico" depende, claro está. De si ha sido usted una de sus "víctimas", por ejemplo (es notable la cantidad de juicios, arrestos, polémicas y demás que ha ido acumulando a lo largo de su carrera). O de que sea capaz de aguantar situaciones incómodas en las que no se alcanza una descompresión, una catarsis. De que le importe o no ser engañado, no sabiendo qué es ficción "arreglada" de antemano y qué es pura improvisación (el famoso episodio con Eminem fue, al parecer, una situación preparada y ensayada con el consentimiento de los actores principales, incluyendo al "humillado" rapero). Sacha Baron Cohen es uno de esos individuos situados en el borde, a los que se ama o se odia, sin término medio.

Pero detrás de sus personajes (Ali G, Borat, Brüno) se encuentra el propio Sacha Baron Cohen. Un caballero culto, que ha estudiado Historia en Cambridge, con una tesis sobre los judíos envueltos en el Movimiento Americano por los Derechos Civiles, que ha sido actor de teatro en varias compañías, que ha vivido en kibbutzim en Israel, y que parece ser judío practicante (su actual esposa, la cual era goi, tuvo que estudiar durante tres años para poder convertirse y casarse con Baron Cohen con el consentimiento de los padres de éste). Paradójicamente, hace hablar en hebreo a su personaje Borat, el cual es un antisemita radical (en los momentos en los que se supone que habla en kazajo).

Baron Cohen no suele aparecer en público "como sí mismo", es decir, sin enmascararse bajo alguno de sus álter ego. Ha concedido algunas entrevistas sin caracterizar (así, en el show de David Letterman), pero no es lo habitual. El "auténtico" Sacha Baron Cohen resulta así algo más o menos desconocido, incluso impenetrable. Un auténtico Zelig, aquel inolvidable personaje creado por otro ilustre humorista judío, Woody Allen, capaz de ponerse en la piel de sus propios personajes hasta hacerse invisible a sí mismo, aunque el referente de la metamorfosis no sea, en el caso de Baron Cohen, aquel que confronta, sino una máscara puesta de antemano.

Ahora bien, quizá el cómico judío con el que resulta más tentador el poner en paralelo sea el legendario Andy Kaufman, brillantemente inmortalizado en la película de Milos Forman Man on the Moon, donde fue interpretado por Jim Carrey. Ambos, Baron Cohen y Kaufman, han tenido la capacidad de convertirse en auténticos espejos donde quien se ha retratado no han sido ellos mismos, ni siquiera sus personajes, sino sus espectadores, forzados a contemplar situaciones que se salen del guión previsto, cargadas de violencia potencial (violencia que todavía no ha llegado en su grado físico, grado que lleva implícita, presta a actualizarse y estallar en forma de violencia cinética), y donde no hay, como decíamos, una catarsis final, una resolución que alivie la tensión en forma de un final feliz donde se nos explica que todo era un simulacro, una broma, algo preparado de antemano que sólo puede terminar en risas y abrazos de complicidad o, al menos, con suspiros de alivio. No, las situaciones de uno y otro terminan después de una curva de tensión creciente que finaliza alcanzada la máxima altura, sin descarga. Con eso tiene que lidiar el espectador. Y, como decíamos, tiene que forzarse a retratarse a sí mismo ante cada situación. Simulacro del simulacro, fantasmas y demonios sin exorcismo posible.

Baron Cohen ha completado una trilogía cinematográfica que ha tenido como protagonistas sucesivos a sus tres caracterizaciones más populares: Ali G, Borat y Brüno. Está por ver qué hará ahora, puesto que parece dispuesto a abandonar a cada uno de sus personajes después de cada película protagonizada por ellos. Si creará nuevas máscaras o continuará con las anteriores, si seguirá radicalizando su estilo, o si el resultado de algún juicio o polémica terminará con él en prisión o forzado de algún modo a desaparecer de la escena pública, no sabemos. Pero los documentos audiovisuales que ha creado hasta ahora quedarán ahí, como esos espejos del callejón del gato valleinclanescos donde no tenemos más remedio que vernos reflejados. Y todas las deformidades que veamos, asumámoslo, son nuestras.

(Texto escrito en 2011).

Fuente de la imagen: Wikipedia. Autor: Skssoft Michael Bulcik / SKS Soft GmbH Düsseldorf, bajo licencia CC.

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